Taller Escuela de Quito
TARIFA DE INGRESO: Entrada Gratuita.
Esta escuela cuenta con 11 talleres de oficios, el museo de los maestros antiguos y la tienda de artesanías que ofrece objetos tallados en madera, lámparas e incluso verjas.
Se ubica en la antigua Maternidad de Quito, equipada como laboratorio de prácticas de restauración arquitectónica y de enseñanza de oficios tradicionales en vía de desaparición.
En 1978, la ciudad de San Francisco de Quito fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO. Este hecho hizo resonar la conciencia sobre el patrimonio histórico artístico de muchos de los ecuatorianos.
En 1991 se suscribió un convenio internacional entre Ecuador y España mediante el cual la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), el Instituto Nacional de Empleo de España (INEM) trasladarían el programa de las Escuelas Taller al Ecuador, llegando a crear tres centros en Cuenca, San Andrés y en Quito.
Las distintas especialidades que enseña la escuela son carpintería, ebanistería, tallado, jardinería artística, mecánica, metalurgia, electricidad, albañilería, picapedrería, lutería (instrumentos musicales), gasfitería, bordado y corte y confección. Los alumnos admitidos están becados en alimentación y movilidad durante los tres años que duran las clases y, tras su graduación, se les hace entrega de un fondo para herramientas y material con el que poder empezar a desarrollar su actividad laboral.
Además de las aulas, el viejo edificio es también un museo en dónde se pueden apreciar los trabajos finales de grado de los alumnos más brillantes, desde impresionantes retablos barrocos hasta piezas esculpidas en piedra y madera e instrumentos de música. El museo incluye también un homenaje a los Viejos Maestros, precursores de la Escuela y reconocidos artistas de la ciudad Quiteña a los que se les conoce como “Los últimos Caspicaras” en clara alusión a la herencia y obra de Manuel Chili, “el Caspicara” uno de los artistas de más renombre de la Escuela Quiteña durante la época colonial en el S.XVII.
Escuela quiteña es como se ha llamado al conjunto de manifestaciones artísticas y de artistas que se desarrolló en el territorio de la Real Audiencia de Quito, durante el periodo colonial (segunda mitad del siglo XVI, XVII, XVIII y primer cuarto del siglo XIX); es decir durante la dominación española (1542-1824).
La Escuela Quiteña alcanzó su época de mayor esplendor entre los siglos XVII y XVIII, llegando a adquirir gran prestigio entre las otras colonias americanas e incluso en la corte española de Madrid. También se la considera como una forma de producción y fue una de las actividades más importantes desde el punto de vista económico en la Real Audiencia de Quito.
La fama de este movimiento alcanzó tanto prestigio, incluso en Europa, que se dice que el rey Carlos III refiriéndose a la escuela quiteña y a uno de sus escultores en concreto, expresó: «no me preocupa que Italia tenga a Miguel Ángel en mis colonias de América yo tengo al maestro Caspicara»
Como fruto del sincretismo cultural y del mestizaje las obras de la Escuela Quiteña se caracterizan por la combinación y adaptación de rasgos europeos e indigenistas y en sus etapas refleja todos los estilos imperantes en cada época en España y así tiene elementos renacentistas y manieristas; durante su apogeo es eminentemente barroca concluyendo con una corta etapa rococó que desemboca en un incipiente neoclasicismo hacia la fase de transición a la etapa republicana.
Además de los aportes españoles, recibe múltiples influencias flamencas, italianas y moriscas, las cuales íntimamente enraizadas en la tradición indo-americana, le dan una particularidad especial, diversa de sus fuentes, pues su resultado es mestizo.
Una de sus características comunes de la Escuela es su «técnica de encarnado» (como se llama en pintura y escultura a la simulación del color de la carne del cuerpo humano) que da una apariencia más natural a la piel del rostro de las esculturas. una vez que la pieza estaba tallada y perfectamente lijada, el oficial del taller procedía a recubrir la madera con varias capas de yeso con cola; luego de cada capa, se pulía perfectamente hasta conseguir un acabado perfectamente liso; luego de lo cual se daba el color en varias capas sumamente fluidas que se transparentaban permitiendo la mezcla óptica de los colores superpuestos; se iniciaba con los colores de sombras (azules, verdes, ocres); luego se daban los colores claros (blanco, rosa, amarillo); para terminar con los colores de resalte (naranja y rojo) para las mejillas sonrosadas, las rodillas y codos de los niños; azul oscuro, verde, violeta, para las heridas y moretones de los cristos o para las sombras de la barba incipiente de personajes imberbes. Finalmente se golpeaba la escultura con la vejiga de un cordero y saliva, para darle un brillo desconocido en Europa.