Catedral Primada de Quito
DIRECCIÓN : Entre Venezuela y García Moreno
HORARIOS DE ATENCIÓN: Lunes a Viernes 09:00 – 17:30 ultimo grupo ingresa 16:45
TARIFA DE INGRESO : adultos $2.00 estudiantes con carnet hasta 18 años $1.00, extrajeros $3.00, tercera edad y menores de 9 años ingreso gratuito
Este magnífico templo guarda una invalorable colección de esculturas y pinturas de la Escuela Quiteña. Fue construido en el siglo XVI, en el espacio que se convertiría en el corazón del Centro Histórico y de la ciudad. Sus arcos, su techo y altar barroco, sus coros neoclásicos y su fachada la hacen única y deslumbrante. Aquí reposan los restos del héroe de la Independencia, el Mariscal Antonio José de Sucre.
En el corazón del Centro Histórico, está ubicada La Catedral Primada de Quito. La construcción del cuerpo principal data de los años 1560 y 1567, a mediados del Siglo XVI. “La traza de la villa” asignó a la iglesia el solar que limitaba al norte por la Plaza Mayor y al sur por la quebrada que baja del Pichincha, sucesivamente, llamada “Quincuhuayco”, “Sanguña” y del “Tejar”.
Poco tiempo después de fundada la villa, el Cabildo entregó al clérigo Juan Rodríguez, su primer cura, un terreno en el costado sur de la plaza Mayor para la construcción del templo parroquial, que no fue más que una modesta estructura "pequeña y de tapias, cubierta de paja", reemplazada años más tarde por la Catedral una vez erigido el obispado de Quito el 8 de enero de 1545, pues se vio la necesidad de construir un templo acorde con su nueva categoría eclesiástica.
Construido y modificado en varias etapas, este templo es el apropiado ejemplo para explicar cómo un monumento colonial llega hasta nuestros días, después de un largo y tortuoso proceso de construcciones, ampliaciones y cambios que se inicia en el siglo XVI. En la primera etapa, entre 1562 y 1565, se la edificó "desde los cimientos" bajo la dirección del arcediano Pedro Rodríguez de Aguayo, quien en ese entonces gobernaba la diócesis en sede vacante, pues el primer obispo Garci Díez Arias había fallecido sin que la obra hubiera avanzado.
Construido y modificado en varias etapas, este templo es el apropiado ejemplo para explicar cómo un monumento colonial llega hasta nuestros días, después de un largo y tortuoso proceso de construcciones, ampliaciones y cambios que se inicia en el siglo XVI. En la primera etapa, entre 1562 y 1565, se la edificó "desde los cimientos" bajo la dirección del arcediano Pedro Rodríguez de Aguayo, quien en ese entonces gobernaba la diócesis en sede vacante, pues el primer obispo Garci Díez Arias había fallecido sin que la obra hubiera avanzado.
La consagración del templo la realizó el segundo obispo de Quito, fray Pedro de la Peña, en 1572, una vez que se completó su decoración interior con púlpito y retablos y se proveyó de Imágenes, vasos sagrados y ornamentos.
El edificio se dispuso longitudinalmente, presentando su costado norte a la plaza Grande, debido a que por detrás, dejando poca superficie, corría la llamada quebrada de Sanguña, una de las más profundas de Quito. Ésta había sido buscada expresamente por los españoles para conservar distancia con la población indígena y servirse de el para la defensa. Al mantener esta orientación se evitaba la ejecución de grandes obras de canalización y relleno, por entonces imposibles de ser llevadas a cabo por falta de recursos económicos, carencia de materiales de construcción y falta de un entendido en técnicas constructivas sofisticadas. De hecho, esta curiosa disposición obedece también a formas particulares del urbanismo mudéjar, estilo que resulta de igual forma evidente en la estructura arquitectónica, basada fundamentalmente en arcos apuntados que definen la alargada nave central y las dos laterales, porque se cubría originalmente por una armadura de lazo morisco sobre la nave principal y el arco triunfal también apuntado. Dada la estrechez del sitio, en la iglesia no se construyeron capillas laterales hacia la plaza, y en el otro costado, las pocas que existen son poco profundas y una, más amplia, es paralela a la nave. La portada de pies se utiliza poco, pues mira a la calle, mientras que hacia la plaza se abrió a mitad del cuerpo de la nave una puerta de acceso, que se convirtió en la más importante.
La segunda etapa corresponde a la reconstrucción ordenada por el obispo Alonso de la Peña Montenegro, después del terremoto de 1660. En esta ocasión se la crece hacia el este, uniendo las naves laterales por detrás del coro, se abre una nueva portada hacia la plaza, se amplía la sacristía y, en edificio aparte, se construye la sala capitular. La tercera etapa se inicia en 1794 cuando el obispo Díaz de la Madrid resolvió mejorar el templo que era "oscuro y desaliñado".
Para ello trasladó el culto a la iglesia de los jesuitas expulsados y regaló al convento de Santa Catalina el retablo mayor; sin embargo no pudo avanzar la obra pues falleció repentinamente. Después del terremoto de 1797, aprovechando las obras de refacción arquitectónica, se realizaron cambios en la decoración interior con un nuevo coro, en cuyo tallado se asegura que participó el genial Caspicara, incorporándose pinturas de los insignes maestros Manuel de Samaniego y Bernardo Rodríguez, desplazándose del coro el gran lienzo del siglo XVII de Miguel de Santiago sobre el Tránsito de la Virgen. La armadura de lazo mudéjar al parecer fue reemplazada por el coronel español Francisco Eugenio Tamariz, director de las obras de reparación . En esta misma época se construyeron al exterior el atrio, las escaleras en abanico hacia el acceso lateral y el templete, llamado de Carondelet, obra neoclásica fechada en 1807, que muestra el retraso con el que se aplicaban los estilos europeos. En su ejecución intervino el ingeniero militar español Antonio García, llamado desde Popayán por el XX presidente de la Audiencia, Luis Héctor Barón de Carondelet, y por el obispo Cuero y Caicedo, propulsores de los arreglos y de las obras complementarias. El templete, originalmente con la piedra recubierta con una capa blanca y vetas oscuras, daba la impresión de estar elaborado en mármol y fue absurdamente limpiado en las primeras décadas del siglo XX. El atrio se desarrolla a todo lo largo del templo, brindándole una base continua. En su extremo este, el desnivel permitió la construcción de unas covachas, tradicionalmente arrendadas a pequeños negocios.
El pretil, trabajado en piedra tallada con una balaustrada ciega, tiene de trecho en trecho bolas sobre pedestales con decoraciones florales, con la particularidad de que cada una tiene un diseño tallado diferente. Se rematan sus tramos con esbeltas pirámides coronadas con bolas, que recuerdan a las de San Francisco.
En los terremotos de 1859 y de 1868 nuevamente sufrió daños la Catedral. En esta ocasión se vino abajo gran parte de la torre, y solamente hacia 1930 se terminó su reconstrucción, en un estilo tan fuera de contexto que los quiteños la bautizaron como "el casco prusiano", en alusión a su autor, el arquitecto y sacerdote alemán Pedro Brüning. Después del hallazgo en el año 1900 de los restos del mariscal Sucre en la iglesia del Carmen Bajo, se dispuso su traslado a la iglesia Catedral el 4 de junio, confeccionándose para honrarlos una suntuosa urna con mármol de Carrara y oro. En el año 1922, con motivo del centenario de la batalla de Pichincha se reavivó el interés por construir un monumento funerario dedicado a Sucre, resolviéndose a la postre reutilizar la capilla adjunta a la sacristía. El proyectó se encomendó al arquitecto Augusto Ridder, participando además el escultor Luis Mideros y su hermano Víctor, quien realizó los grandes murales. La obra se inauguró solemnemente el 25 de agosto de 1932, al sellarse el gran sarcófago de granito que contiene la urna con las cenizas del Gran Mariscal de Ayacucho.
En 1934, con motivo del cuarto centenario de la fundación española de Quito, el Cabildo colocó en los muros externos varias lápidas con los nombres de los primeros 204 vecinos de la ciudad . A mediados de la década de 1950 se intervino nuevamente en la Catedral de manera desatinada, destruyéndose entre otros elementos la armadura de lazo de inicios del siglo XIX y añadiéndose los arcos apuntados transversales de las naves laterales. En los últimos años, a raíz de los sismos de 1987, el Municipio de Quito realizó a través del Fonsal una profunda obra de reforzamiento estructural con micropilotes y en 1998 la misma institución realizó estudios arqueológicos en el atrio y las gradas redondas, descubriéndose evidencias de la primitiva escalera de acceso desde la plaza, compuesta siguiendo el modelo de la de San Francisco. La serie de cambios y transformaciones sufridos por el templo, junto a la crónica pobreza del obispado, no permitieron que la Catedral fuera una iglesia opulenta, como las otras de la ciudad . Ernesto la Orden, autor de una magnífica obra sobre Quito dijo que la nuestra era "la cenicienta de las catedrales de América".
La Catedral constituye el templo mayor sede de la arquidiócesis primada de Quito. En 1995 fue elevada a Catedral Primada de Ecuador, lo que la convierte en el templo católico de mayor jerarquía en el país. Con su Planta Rectangular y cubierta de artesonado es uno de los mayores muestras del estilo Neoclásico de la Ciudad.
En su interior vamos a poder apreciar obras de grandes exponentes de la escuela quiteña como Samaniego con la muerte de la Virgen, la divina pastora, Caspicara con La Sabana Santa, La Virgen Dolorosa o Bernardo Rodríguez :
1) La Pesca Milagrosa
2) San Pablo Arroja la víbora al Suelo
3) San Pedro Curando un Paralítico
4) Adoración de los Reyes Magos